España tiene el compromiso europeo de alcanzar la economía neutra en carbono antes de 2050. Por ello, se están desarrollando distintas iniciativas empresariales. La huella de carbono da a conocer el impacto medioambiental de una empresa. Las organizaciones e instituciones tienen un gran rol de responsabilidad y compromiso global, pues su impacto –positivo o negativo- es más amplio y efectivo que las acciones individuales.
Así se han empezado a medir las emisiones de gases de efecto invernadero, producidos por la acción humana. Gracias a la movilidad, la regulación en los procesos de fabricación o la gestión efectiva del consumo de energías, se puede participar en el calentamiento global para revertirlo. Algunas de las acciones individuales conocidas son la reducción de: el volumen de residuos, el uso del vehículo privado o el consumo de energía.
La implicación a nivel global y empresarial puede marcar la diferencia. Calcular la huella de carbono es esencial, permite identificar cuáles son las principales fuentes de emisión de gases de efecto invernadero –CO2, CH4, O3, y CFC-. Las empresas pueden inscribirse en estos registros, desarrollar proyectos para reducir el consumo de materias primas y otros productos, o contar con proveedores sostenibles y locales.
Además, pueden compensar su efecto al realizar una aportación económica a proyectos que consigan reducir su huella de carbono. El objetivo es transicionar de manera progresiva hacia la descarbonización para garantizar la seguridad de los suministros. Algunas medidas cambian los hábitos de los trabajadores, como reorganizar los espacios y ajustarse a las nuevas medidas de eficiencia y tecnología. Así puede empezarse reduciendo el papel a favor de los sistemas de almacenamiento en la nube. También reducir la movilidad, apostando por el trabajo híbrido, el teletrabajo y las videollamadas.